Y sentada en la cama, justo después de que el tipo se ha despedido y me ha agradecido según él, los maravillosos momentos que pasamos juntos… llego a la misma conclusión de siempre: los manes son una mierda y yo soy un desastre.
Si si, también es mi culpa. Siempre tomando decisiones apresuradas que se convierten en verdugos de mi cotidianidad; siempre jugándome en peleas sin sentido… dando papaya. ¿Qué queda después de esto? Pues ni mierda, sólo desesperanza y soledad, la angustia de tener que volver a empezar, de lavar la ropa sucia en silencio porque de alguna manera es el costo que se tiene que pagar por haber decidido vivir la vida sin pedir permisos, transgrediendo… y si, siendo mujer.
Lunes, regresa la rutina… sola, un nuevo amante me espera en alguna red social.
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