miércoles, 18 de marzo de 2009

El feminismo, como el sindicalismo

Y nos sentamos en la sala de mi apartamento, discutiendo sobre pólítica, moda, lucha armada, familias, sindicalismo, educación y música.

Lanzábamos nuestras predicciones de las próximas elecciones, analizábamos las tendencias de futuras generaciones, mencionamos cómo el internet había cambiado las relaciones interpersonales, para luego llegar al terreno de críticas y autocríticas del feminismo y los principios de equidad que defendemos ó decimos defender (fui tildada de ser del ala radical del movimiento).


Esto nos condujo a varias observaciones que vale la pena compartir antes de que se escape el momento. La lucha por la equidad de género no es una pelea de un puñado de mujeres con complejos sicológicos de inferioridad (alguna vez escuché esto de un señor en la audiencia, en el lanzamiento de un libro en Bogotá. La obra trataba la participación de la mujer en la política y sindicalismo). Es un esfuerzo de mujeres en distintas latitudes que su deseo de expresarse, de contribuir, de contar, 'prendió' esa llama y se atrevieron a soñar con ocupar lugares vitales, con tener voz y voto.


Las libertades y posibilidades que hoy tengo, que hoy tienen las mujeres que me acompañaron esta noche, se debe a inumerables historias de mujeres valientes que afrontaron señalamientos de todo tipo para conseguir sus espacios de participación y decisión que no son más que derechos. No les cayó del cielo, no se les concedió esas instancias porque sí. Y aquellas mujeres entregaron la bandera a nuevas generaciones, que nos debatimos entre el liderazgo femenino, o imitar patrones patriarcales para sentir que 'somos iguales'. Entre excluir al otro y abrazar nuestras diferencias. Entre el radicalismo y no hablar de estos temas. Es urgente conversarlo.


Nos preguntábamos, qué carajos se hizo el feminismo. Porque muchas mujeres le corren como si fuera la octava plaga y cual era la imagen de 'mujer' de nuestra generación. Concluímos que no teníamos una 'figura', un 'ícono' para un esfuerzo que no se puede acabar en las manos de nuestras abuelas.


Allí comprendimos que había que construir desde lo cotidiano ese feminismo de nuestros tiempos, y fue un alivio observar que de alguna manera lo estámos haciendo. Las presentes en la tertulia estaban en campos en los que se podía forjar mayor incidencia para cambios significativos. Su sola presencia confirmaba inherencia en esta generación que queremos empujar a ser más incluyente y equitativa. Porque seguimos soñando. Porque creemos que hay que contribuir a un mejor lugar. Así sea para las hijas de nuestras amigas (para las que no queremos ser mamás).


Hay que darle un aire fresco al feminismo, vientos de renovación para que mi prima de 14 años comprenda la fuerza de las mujeres que estuvieron antes y sienta un compromiso intangible hacia esa conciencia de equidad, que no se pierda entre modas y conformismos. Que tenga íconos, figuras, retórica y acciónes que hablen de una generación de mujeres con identidad, conciencia y fortaleza, abiertas al diálogo y promotoras del reconocimiento de la otra, del otro.


El feminismo, como el sindicalismo, debe transformarse según los nuevos retos, según los nuevos discursos que atacan su esencia, e ir de la mano con las mujeres de hoy. Porque sí hay desigualdad de género, sí hay violencía de género y existen escenarios en los que las mujeres no pueden competir en igualdad de condiciones. El feminismo no pide favores, exige respeto por derechos.


Y también sabemos que nada es regalado. Y estamos preparadas. Y nos seguimos preparando.


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